El virus SARS-coV-2 ha decidido quedarse a vivir y convivir con nuestra especie a pesar de haber dejado atrás el concepto de pandemia. El programa El laboratorio de JAL ha dado algunas claves sobre los estragos que puede seguir causando el virus y la incógnita del COVID persistente.
La enfermedad nunca es buena para nosotros, pero sí para nuestras defensas, que se ponen a prueba y al final salen ganando. Después de infectarnos, podemos caer enfermos con más o menos síntomas durante unos días, pero en ocasiones puede llegar la segunda ola, conocida como COVID persistente.
Esta segunda parte incluye numerosos síntomas de larga duración, algunos incapacitantes, que se asemejan a enfermedades asociadas a la vejez. Estudios recientes demuestran que el virus SARS-coV-2 induce envejecimiento celular prematuro en el cerebro.
El uso de terapias antienvejecimiento, como los fármacos senolíticos que matan a las células senescentes, pueden revertir estos efectos negativos del virus. En ratones infectados con el SARS-coV-2, se ha observado que los pulmones de los ratones supervivientes mostraban muchas más células senescentes, lo que indica un envejecimiento acelerado del tejido pulmonar.
Otros estudios también demuestran la capacidad del SARS-coV-2 de inducir la senescencia en diferentes tipos de células, lo que podría explicar muchos de los síntomas de la COVID persistente. Los órganos y tejidos con virus envejecen aceleradamente, y el nivel de envejecimiento depende de la cantidad de virus y la ruta de entrada.
Esto repercute de manera diferente en los tejidos y puede tener un efecto devastador en personas mayores. Es importante utilizar terapias antienvejecimiento para evitar el colapso del sistema de salud.
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